Cuando entrar no se siente como llegar.
Néstor Espinosa Mitjanas
16 mayo 2025
Néstor Espinosa Mitjanas
16 mayo 2025
La entrada de tu casa es el primer lugar que te recibe.
O que te rechaza.
Es donde cruzas el umbral del mundo exterior a tu refugio.
Pero muchas veces, sin darnos cuenta, se convierte en un espacio de caos y descuido: un montón de zapatos, cartas amontonadas, mochilas, ropa colgada que lleva meses sin ser usada.
Y cada vez que entras, tu cuerpo lo nota.
A veces, antes incluso de cerrar la puerta, ya sientes una ligera presión (o no tan ligera).
La entrada no es solo un sitio de paso. Es un ritual.
Es lo primero que rodea a tu cuerpo al volver a casa cada día.
Un recibidor desordenado, saturado o mal iluminado te impide cambiar de estado: no entras en calma, no te aflojas, no llegas del todo.
Y cuando no puedes “llegar del todo” a casa,
es probable que el descanso tampoco llegue.
Claves prácticas para una entrada que te cuide
1. Crea una pausa
No entres directo al caos. Una alfombra, una lámpara suave o una pequeña planta pueden crear un micro-momento de transición.
2. Libérala del exceso
Si el primer metro de tu casa ya está saturado, tu mente se satura también.
Menos es más. Cuida lo que ves al llegar.
3. Haz un gesto de bienvenida
Una frase escrita, una foto que te recuerde por qué vuelves, algo que sea solo para ti.
Puede ser simbólico, pero que tenga intención.
Y si sientes que no puedes entrar…
Hay personas que evitan su casa, o que llegan y sienten que no se sueltan nunca.
Si eso te pasa, empieza por la entrada.
No por el salón. Ni por la cama.
A veces, basta con hacer de ese umbral un lugar de respiración,
para que el resto del hogar vuelva a abrirse.
¿Sientes que tu casa no te está recibiendo bien?
Te puedo ayudar para que vuelva a ser refugio.
Empezando por ese pequeño umbral, que puede marcar toda la diferencia.
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